Chichén Itzá, es uno de los más impactantes destinos de la Riviera Maya, ¿buscamos una excursión a Chichén Itzá para conocer más acerca de estas ruinas mayas?
¿Chichén es un pueblo? No. Se trata de un complejo arqueológico cerrado, con una calle adyacente con tres hoteles en fila. El pueblo, calma, existe, y queda a dos kilómetros. Se llama Pisté. Ya iremos. Estábamos en la entrada de Chichén. Para ver, hay que pagar –la entrada vale 10 dólares– y entrar. El ardid de sacarse la foto desde afuera, total la pirámide se ve igual , aquí es impracticable. Tan plano es el terreno y tanta la vegetación que desde los alrededores no se distingue nada. Una pulserita verde del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y otra de la dirección de Cultura de Yucatán amarilla– nos convierten en visitantes legales y responsables. En esa condición avanzamos por una calle ancha y, sin intermediación de ruinas secundarias, aparece de golpe la atracción principal, en un claro detrás de los árboles. Tan temprano, contra el cielo celeste, aparece con sus 55 metros de base y sus 24 metros del altura, que parecen más pero son esos; centro absoluto del enclave político ceremonial que fue la gran capital del área maya entre el año 750 y el 1200 de nuestra era. Chichén Itzá significa la boca de pozo de los itzáes : fue ésa la tribu que, luego de dominar la zona, erigió las grandes edificaciones. Entre ellas, la pirámide de Kukulcán que los españoles llamaron El Castillo. La maravilla.
Se calcula que la zona comenzó a habitarse alrededor del año 500 antes de Cristo. Pero las edificaciones más viejas detectadas hasta ahora corresponden a los años que van desde el 600 al 800 de esta era. El desarrollo urbanístico importante sucedió entre los años 800 y 1000. El Observatorio, el único edificio que se puede ver desde la calle que comunica los hoteles, pertenece a esta etapa. Fue una de las pocas construcciones circulares que hicieron los mayas, astrónomos expertos que estudiaron el Sol, la Luna, Venus y quizá también a Marte y a Mercurio. Es el único edificio del predio al que los turistas se pueden dar el gusto de subir. Agradecidísimos, porque al Castillo hace dos años que está prohibido. En el INAH explican que el desgaste es muy grande y que en la plataforma que está arriba no hay espacio para tanta gente.
En el predio mencionan, además, un accidente grave de una visitante que se cayó de la escalera. Hoy son más de 5.000 los turistas que llegan por día y piensan que la cifra podría duplicarse en los próximos cinco años. Según Federica Sodi, delegada de INAH en Mérida, el turismo creció un 30 por ciento desde que se conoció la nominación entre la nuevas maravillas del mundo. Cuando llegó la confirmación, el director del sitio arqueológico, Eduardo Pérez de Heredia, frunció el ceño. Cree que el predio ya está muy cerca del tope de capacidad. El concurso tampoco cayó muy bien en la delegación sindical de académicos de INAH quienes, sin ahorros, lo calificaron como "una perversa propuesta mercadológica". Advirtieron que la hiperpromoción de la pirámide hará perder el interés por el resto de los monumentos de Chichén. Aunque millones de mexicanos participaron en la elección (lograron que su candidata entrara en quinto lugar entre 100 millones de votos) y el Gobierno tomó el concurso como un negocio –invirtió más de un millón de dólares en la promoción– el INAH asumió una actitud cauta y se puso a diseñar un plan para repartir la circulación por las diferentes partes del predio. Es que hasta hace dos años los turistas todavía podían subir, por ejemplo, al Templo de los Guerreros y sacarse fotos sentados en la escultura de Chac Mool, dios recostado cuyo nombre –por maya que suene– fue inventado por el explorador Augustus Le Plogeon.
Ahora al templo lo rodea una soguita, como la que marca la frontera entre la gente y la pirámide de Kukulcán. Atreverse a superarla implicará tener en un segundo a un vigilador encima que lo instará a volver al casillero anterior. De hacer retroceder se ocupa José Burgos, para quien la pirámide es lo más normal de la vida: nació y se crió a menos de cien metros, en una de las chozas que hacían una fila junto a una calle que ahora es un camino interno, pero antes era una ruta provincial. "De chamacos subíamos y bajábamos todo el Era nuestro entretenimiento", cuenta José. Un día, familia, y otras 15, se tuvieron que ir forzadamente la zona arqueológica. A cambio, les dieron trabajo padre hacía su misma tarea– y tierras en Pisté para instalarse. Pisté es el pueblo donde habitan los que trabajan en Chichén. Y los que no son empleados del predio, salvo algunos pocos que se dedican a tareas agrícolas, también viven del movimiento que generan las ruinas. En Pisté hay decenas de negocios de artesanías, restoranes con atmósfera de comedor de club donde se pueden probar unos panuchos yucatecos por unos pocos pesos mexicanos; y varios hoteles más baratos que que están pegados al sitio arqueológico.
Uno de ellos, con previsible nombre que incluye la palabra "pirámide", disuade sobre cualquier tipo de reserva para visitar el pueblo: "Aquí –promociona- se puede caminar las calles de día o noche sin temor, porque nosotros tenemos muy baja criminalidad. La policía no se usa mucho. Tenemos una celda en el centro municipal, raramente usada, que tiene bonito piso de hormigón para dormir y una cocina tradicional para agua y tortillas".
LA SERPIENTE ENCANTADA
No es fácil imaginar esta pirámide toda pintada de marrón, rojo y negro. Pero así lucía en la época del esplendor de Chichén. Está construida con piedras talladas y encajadas entre sí. Cada bloque, de 25 por 30 centímetros, pesa unos 15 kilos. Los constructores –que no conocían los metales – usaron cuerdas, poleas y sistemas de andamios para levantarla. Es un edificio de arquitectura sobria que corresponde a la etapa de mayor florecimiento de la cultura Itzá-Cocom. La pirámide es famosa por el prodigioso fenómeno de luz que se da en los equinoccios del 21 de marzo y 21 de setiembre. Esos dos días, entre las 14.15 y las 16.50, el sol dibuja en el perfil de la escalinata norte una hilera de siete triángulos isósceles que rematan en la cabeza de serpiente de la base. Para la tradición maya es nada menos que el descenso del dios Kukulcán, un acontecimiento que incluía un aspecto utilitario: marcaba las fechas claves del año agrícola.
Algunas crónicas mayas –que muchas veces son contradictorias – identifican a Kukulcán como un conquistador que llegó a la zona y se transformó en un caudillo. Otras sostienen que fueron varios los gobernantes que usaron el nombre del dios que equivale al Quetzalcoatl azteca. Lo concreto es que las representaciones de la Serpiente Emplumada abundan en Chichén. Testimonios de una época en la que la ciudad era dominada por una elite de guerreros, sacerdotes y comerciantes.
Hoy, en cada equinoccio se juntan 35.000 visitantes. Para quienes se pierden esta jornada top, el negocio turístico contempla un sustituto: la representación que se realiza cada noche durante un espectáculo de luz y sonido, que, por supuesto se paga aparte. "Vine a traerla a ella. Es algo hermoso que no se puede perder", cuenta Berta Montes, de Guadalajara. La nena, su hija, se llama Aura Karina. A mi manera versión música de consultorio no parece muy afín a la difusión arqueológica. Es un aperitivo nada más. La banda sonora ahora transita hacia un new age más neutro, que queda de fondo de un texto sobre dioses y guerreros. Mientras, la cara oeste de la pirámide se ilumina. De fucsia. De azul. De fucsia y azul juntos. De dorado, de verde. El show incluye la bajada de Kukulcán de luz artificial. No está mal.
ROMPECABEZAS EN RUINAS
Un casa amarilla disimulada por las plantas es la contracara de las luminarias turísticas. Es el laboratorio, corazón científico de Chichén. Reducto hermético para los visitantes, está repleto de anaqueles con centenares de cajoncitos con rótulos como "Restos de tortugas", "Basurero de monos", cosas así. Sobre una mesa, un jarrón se va armando con los restos que van apareciendo en la permanentes excavaciones. ¿Encajará alguna de las piecitas mínimas que ahora mismo dos chicas están clasificando en una sala contigua?
La tarea es así: Adriana Chi Mex recibe bolsitas con restos ínfimos de cerámicas y piedras, les escribe un número de código y se los pasa a Carolina Mex Tun que dibuja cada piecita en un papel, tan idéntica como le resulta posible. Las dos son chicas mayas de Pisté que fueron capacitadas para hacer este trabajo. "Creo que ya dibujé unas 14 mil piezas", susurra Carolina, para no romper el clima de concentración. "Trabajar en Chichén para mí es un logro y una gran responsabilidad. Hay que pensar que miles de personas por día vienen a caminar por un lugar que debe ser cuidado como un tesoro", dice a Viva el arqueólogo Eduardo Euan Canul, subdirector de la zona arqueológica.
El ritmo de las excavaciones depende de los fondos que se van asignando a un programa global llamado Proyecto Chichén Itzá , que lleva algo más de una década. El INAH coordina tanto de las tareas investigati vas como administrativas. Y también el mantenimiento. La última limpieza de la pirámide duró cuatro meses. Fue una minuciosa lavada de cara. Con agua rociada con vaporizadores, algodones y cepillos de cerda suave, la despejaron de líquenes y moho. En las puertas del templo que remata la construcción, colocaron un fina malla –invisible desde abajo– que impide que los pájaros ensucien el patrimonio. Fue un lugar de ofrendas que se depositaban sobre el vientre de Chaac Mol, mientras el gobernante de turno observaba desde una escultura de un jaguar rojo, con incrustaciones de piedras preciosas, que obraba de trono.
Percibimos un tono familiar, y por fin, en nuestra tercera jornada yucateca, damos con los primeros argentinos, los Posca, de Capital. Para los Posca, también somos los primeros. Es mediodía, hora pico de concurrencia, y de calor. "Un dólar, un dólar", cantan los vendedores, y eso vale, por ejemplo, figura tallada en madera o –regateando un poco souvenir estándar: una pirámide en aproximada escala. Dentro del predio hay unos 700 vendedores. Entre ellos circula la marea turística que ahora empuja hacia un sector que abre paso a una vivencia que bien podría promocionarse como el morbo tour de Chichén. No porque eso haya estado en ánimo de los antiguos mayas, pero sí por las expectativas que incuba en los visitors . Empezamos por el chato Tzompantli o Plataforma de los Cráneos. En este lugar se exhibían los cráneos de los enemigos muertos. Se sabe de esto por los propios bajorrelieves en los costados de la plataforma: filas de calaveras empaladas. Una de las teorías sobre semejante instalación sostiene que el Tzompantli estaba deliberadamente cerca del Juego de Pelota –la cancha de Chichén, muy bien conservada, es la más grande de Centroamérica– para intimidar a los contrincantes, que se jugaban el cogote en los partidos. Por la ornamentación, los arqueólogos supieron que se jugaba con una pelota de caucho que se golpeaban con las caderas y los muslos, amén de unas paletas que aparecen en algunas de las representaciones.
El Cenote Sagrado, es un gigantesco pozo natural –de 60 metros de diámetro– con agua empantanada en el fondo. Fue el gran centro de ofrendas de la civilización maya. Incluso hasta el siglo XVI, con la propia Chichén suplida por Mazapán como gran centro de poder. Ser arrojado al Cenote era una de las variantes del sacrificio humano. Para conseguir, por ejemplo, que las deidades hicieran llover. También eran comunes los sacrificios de personas jóvenes arrancándoles el corazón. Creían que la sangre humana transmitía energía a los dioses. De vuelta del Cenote, una última detención para despedirnos de la pirámide. Y jugar un poquito. Hay que ubicarse a una distancia media, y dar un par de aplausos secos. Si estamos en dirección de las escalinatas, el eco nos congraciará con un chillido de pájaro selvático. Si el eco lo devuelven los muros superpuestos, el sonido llegará más apagado, pero nítido de todos modos. Como si le hiciera falta, la pirámide de Kukulcán es, además, el instrumento musical más grande del mundo.
Escrito por Leonardo Torresi y publicado en Clarin.com
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